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Así como no se puede definir el amor, no se puede definir la poesía

  • Foto del escritor: Nidesca Suárez
    Nidesca Suárez
  • 2 nov 2019
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 8 nov 2019

Entrevista realizada por Nidesca Suárez a Francisco Massiani el 24 de agosto de 2018

***

¿Qué le diría a una persona que sienta la vocación de escribir?

Que viaje y que lea mucho.


¿Cuándo comenzó a escribir?

Yo comencé a escribir a los catorce años, escribía poesía y cuentos fantásticos. Yo estaba recién llegado de Chile, donde viví siete años. Mi papá estaba en el exilio, eso fue cuando Pérez Jiménez. ¿Por qué comencé a escribir? No lo sé, eso lo sabe Dios nada más, yo simplemente obedecí un impulso.

Mi padre fue un extraordinario escritor, la casa estaba llena de libros, mi casa era casi una biblioteca.

A los catorce años me interesaba más la literatura fantástica que cualquier otra cosa, aunque nunca he dejado la poesía, tengo dos libros de poemas: Señor de la ternura y Corsarios, y tengo muchos poemas inéditos. Tú puedes estar escribiendo un cuento y cuando lo terminas te ves escribiendo poesía, casi sin querer.

Antes de Piedra de Mar yo había escrito Renate o la vida siempre como en un comienzo, Fiesta de campo y El veraneante. Las tres novelas las escribí a los veintiún años de edad y Piedra de mar la escribí a los veintitrés. Después vino Los tres mandamientos de Misterdoc Fonegal, El amor nuestro y El barco, el mar y el amor, ambas inéditas. Son seis novelas. Y un libro de cuentos que se llama Cuentos pasados de moda, que también está inédito.


¿Con cuál género se ha sentido más cómodo como escritor?

Es bien difícil escribir un cuento. La novela es una aventura interior muy larga, no es nada fácil, es un trabajo largo que puede llevar muchos años. Un cuento se escribe en un día, en una mañana, en una tarde, eso depende del estado en que te encuentres, de cómo esté tu estado emocional y si tienes claro el cuento o no. Y la poesía es como un instante, una explosión de palabras que surgen de pronto casi sin advertirlo y tienes que escribir en el papel.


¿Cuánto tiempo le toma el proceso de escritura?

Piedra de mar la escribí en año y medio. Renate la escribí en una semana. Yo estaba en el Hotel Regente en Madrid, tenía veintiún años de edad, compartía cuarto con mi padre y conocí a una muchacha llamada Renate, alemana, quien compartía el cuarto con una amiga llamada Úrsula, y apareció un estudiante de literatura llamado Ricardo. Esa novela se trata de una semana con ellos tres por todo Madrid. Qué hacíamos, qué tomábamos, sobre qué conversábamos. Eso es Renate.

Fiesta de campo es una fiesta en una casa que era de mi tío Luis, que en paz descanse. Esa casa quedaba en San Antonio de los Altos, era como un chalecito de madera, se trata de cuatro amigos que pasan la noche en una fiesta en esa casa, prenden la leña, conversan, se toman unos tragos de ron y pasan la noche.

El veraneante es una cosa mucho más larga y complicada, se asemeja y no se asemeja a Piedra de mar y me quitó un mes de trabajo.


¿En qué se inspira para escribir?

Yo no tengo inspiración de ningún tipo, escribo, es un impulso. Una vez que me siento, veo el papel, ya con la primera frase yo sé más o menos como sigue todo el cuento. «Un regalo para Julia» me costó trabajo y tiempo. Lo escribí en dos días, me costó mucho trabajo. Me gusta mucho ese cuento, como me gusta mucho un cuento llamado «Había una vez un tigre», que está en El llanero solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes, no solo es uno de mis mejores cuentos, creo que es un excelente cuento, esa es la pura verdad.


¿Cuando escribe un libro de cuentos lo hace pensando en una unidad temática?

Cuando veo que tengo nueve o diez cuentos veo que ya tengo un libro y le pongo un título, eso puede llevarse un mes, tres meses, un año. Lo de Renate es un caso muy especial porque una novela no se escribe en una semana, claro, es una novela corta, pero aun así yo no dormía escribiéndola y mi padre, que compartía conmigo el cuarto, se molestaba por el ruido de la máquina. Yo desayunaba y escribía, almorzaba y seguía escribiendo.


¿Ha pasado períodos sin escribir?

No porque no quiera, sino por las circunstancias que me ha tocado vivir, el lugar, la gente que me rodeaba, sobre todo el lugar. He podido pasar meses sin escribir y eso no me angustia en absoluto, no me importa. Yo sé que algún día comienzo a escribir otra vez y ya está. En este momento no estoy escribiendo, terminé una novela que está allí y tiene como doscientas cuartillas. Y escribí un relato largo de unas veinte cuartillas, pero después de eso no he escrito nada, sino poesía.


Usted dibuja ¿encuentra alguna relación entre escribir y dibujar?

La escritura y la pintura no se asemejan, una cosa es el color, el dibujo, y otra cosa es la palabra, aunque la poesía sí puede estar próxima a la pintura o al dibujo, y viceversa.

Yo pinto desde niño. Te voy a decir una cosa: todo el mundo es pintor porque tú cuando estabas chiquitica con el lápiz garabateabas en los cuadernos y hasta en las paredes con lápices de colores, con lápiz Mongol, con lo que fuera, hacías rayas, dibujabas y dibujabas. Lo que pasa es que la gente no lo sigue haciendo, quienes siguen haciéndolo son pintores. Pero todos fuimos pintores cuando estábamos chiquitos.


¿Ha expuesto alguna vez?

Yo he expuesto varias veces. Hice primero una exposición en Sabana Grande, en Las Mercedes hice dos exposiciones, de entre sesenta y noventa trabajos, después una con Jorge Godoy, en Las Trincheras hice una exposición de veinticinco trabajos y en el Museo de Arte Moderno de Maracay.

Antes se abría anualmente el salón de dibujo y pintura en el Museo de Bellas Artes, tú mandabas tu trabajo, a veces lo aceptaban y a veces no. Yo expuse ahí como dos o tres veces. En Bogotá hice una exposición de pintura y dibujo en el Centro Colombo Venezolano.


¿Cuáles han sido sus poetas favoritos?

Neruda, que es una montaña de poesía, Huidobro, César Vallejo, Rubén Darío. Soy gran admirador de Paul Éluard, muy amigo de Picasso, por cierto, y Jacques Prevert. Junto a ellos está Federico García Lorca, extraordinario poeta, Miguel Hernández, también extraordinario, Alberti.

En Venezuela hay un gran poeta que es Vicente Gerbasi, también está Guillermo Sucre, la gente suele hablar de él como crítico, como ensayista, que lo es y magnífico, La máscara de la transparencia es un libro extraordinario, pero como poeta es muy bueno también. Pepe Barroeta era un gran poeta. Aquí hay grandes poetas, como Andrés Eloy Blanco, no por los angelitos esos que es lo que la gente conoce, los famosos angelitos negros, sino por otros poemas. Está también Ramón Palomares.


¿Qué es para usted la poesía?

Así como no se puede definir el amor, no se puede definir la poesía.


¿Qué libros dejaron huella en usted?

Hubo un libro que comencé a leer y no pude soltarlo, y pasé toda la noche despierto, yo tenía doce años, se llama El legado del alquimista, se desarrolla en Viena, es un hombre que inventa una fórmula muy especial y la gente que la tomaba pasaba a ser invisible. A mí eso me pareció extraordinario y pasé toda la noche sin poder dormir, leyéndolo. Mucho tiempo después vi una entrevista que le hicieron a Cortázar y hablaba de Julio Verne, ese libro del que te estoy hablando es de Verne, Cortázar se refería a él como el gran escritor que nunca había dejado de leer.

Está La isla del tesoro, Robinson Crusoe, Mi pequeño lord, todo eso de muchacho. Posteriormente leí a un escritor noruego extraordinario, llamado Knut Hamsun, Premio Nobel, quien cometió el disparate de regalarle la medalla del premio a Joseph Goebbels y se desgració con la juventud noruega, pero fue un extraordinario novelista. Escribió una novela llamada Misterios, que es admirable. D. H. Lawrece, Chesterton, Aldus Huxley, Cesare Pavese, gran escritor italiano, Moravia, José Camilo Cela con La familia de Pascual Duarte y El bonito crimen del carabinero. A los novelistas españoles en realidad los he leído poco. Pío Baroja tiene una novela que me encantó, llamada Zalacaín el aventurero. Aquí tenemos a Rómulo Gallegos, un extraordinario novelista, pasa el tiempo y lees Cantaclaro y es admirablemente hermosa esa novela, está también Miguel Otero Silva, José Rafael Pocaterra, Guillermo Meneses, que es magnífico.


¿Qué hace a un texto inolvidable?

Que se eternice en su belleza


¿Qué distingue a un buen escritor?

Cuando lees a un buen escritor te olvidas del lugar donde estás, de la gente que te rodea, si tienes o no tienes hambre. Te olvidas incluso de ti mismo y te zambulles dentro del libro. Eso hace que un libro sea magnífico.


¿Cómo se define a sí mismo?

Me defino como escritor, pintor y músico. Yo tocaba piano, compuse una canción para Alejandra, mi hija, se llama Una canción rusa para Alejandra, cuando ella todavía no había nacido; también le compuse una canción de cuna, eso fue con el piano de un amigo mío en París.


¿Suele corregir mucho sus textos?

No, yo escribo y escribo y después tacho. Me ha ocurrido que he terminado un cuento que me gusta y lo he dejado, comienzo otra cosa, otro cuento u otro poema, retomo el trabajo anterior, lo leo, y si no me gusta lo liquido, si me gusta lo dejo intacto.


La escritora venezolana Nidesca Suárez con el escritor venezolano Francisco Massiani
Foto de Enrique Hernández-D'Jesús





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